Carta del TG Excmo. Sr. D. Fernando Aznar Ladrón de Guevara

Queridos amigos:

Estamos próximos a finalizar el estado de alarma en el que se han desarrollado
nuestras vidas durante los últimos meses. Con ese motivo, me dirijo a vosotros
con un mensaje que ponga fin al intercambio epistolar que hemos mantenido,
obligados por una situación no ha hecho posible vernos personalmente como
hubiera sido nuestro deseo.


Lo más doloroso de este periodo es que la pandemia se ha cobrado la vida de
decenas de miles de españoles, con más de 250.000 contagiados. Se han ido
familiares, amigos o conocidos, muchos de ellos víctimas directas o indirectas
de la COVID-19, para los que quiero compartir con todos vosotros nuestro más
emocionado recuerdo.


Lo más gratificante, para los militares, dentro de lo doloroso y trágico de la
situación, es que las Fuerzas Armadas hemos podido prestar colaboración, por
medio de la “Operación Balmis”, para proteger la vida y la salud de los españoles.
Los Ejércitos de Tierra y Aire, la Armada y la Unidad Militar de Emergencias han
operado siempre en un segundo plano, en apoyo al esfuerzo principal llevado a
cabo por el colectivo sanitario, y en colaboración con otros muchos sectores de
nuestra sociedad. Unos y otros merecen todo nuestro respeto, admiración y
reconocimiento.


El Ejército de Tierra ha prestado apoyo a Autoridades, instituciones y entidades
civiles, mediante la cesión de materiales e instalaciones, montaje de hospitales
de campaña o centros de atención social, apoyos logísticos y sanitarios, y
acciones de descontaminación tanto en residencias de mayores y centros de
salud, como en espacios públicos (estaciones, aeropuertos, etc.). Asimismo,
hemos colaborado con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado mediante
patrullas de presencia, seguridad de infraestructuras críticas (centrales
nucleares, centrales eléctricas, etc.) o control de pasos fronterizos.


La Armada ha contribuido con sus buques-hospital, y sus Infantes de Marina con
acciones similares a las del ET. El Ejército del Aire, con 60 vuelos nacionales e
internacionales de abastecimiento de material sanitario. La Inspección General
de Sanidad, con sus Hospitales Generales de Madrid y Zaragoza, y con el Centro
Militar de Farmacia. La Unidad Militar de Emergencias, punta de lanza de la
“Operación Balmis”, entre otros muchos cometidos ha asumido también, junto
con el ET, la gestión de morgues y el traslado de cadáveres. Y la Guardia Real,
a su cometido de seguridad y escolta a la Familia Real, ha unido el apoyo y la
atención a los madrileños.

Se ha actuado en Cataluña con Unidades basadas en la Comunidad Autónoma,
como la 3a Subinspección General, el Regimiento “Barcelona”, el Regimiento
“Arapiles” o la Academia General Básica de Suboficiales; y también con otras
desplazadas desde distintos lugares de España, como el Mando de Ingenieros,
la Brigada Logística, el Regimiento NBQ o el BIEM IV. Hay que reconocer, en honor a la verdad, que en nuestras actuaciones hemos recibido en todo momento
un trato exquisito de las Autoridades, con notables muestras de hospitalidad y
generosidad, y también hemos sentido de cerca el agradecimiento y el cariño de
los catalanes.

Pero la vida sigue, y nosotros con ella. Nuestro atleta maratoniano terminó su
prueba con una buena marca, 02.59.30, menos de tres horas: objetivo cumplido.
Cuando el corredor alcanzó la meta, nuestro montañero aún no había hecho
cumbre, aunque estaba cerca de ella. Seguramente habría dejado los esquís y
la mochila de montaña, y con piolet y crampones y mochila ligera, estaba
atacando el último tramo de su ascensión.

Llegó a la cima… el objetivo estaba alcanzado pero la misión aún no se había
finalizado por completo. Había que volver al campamento base o continuar hasta
el siguiente vivac de su travesía. En el argot montañero no se utiliza el término
“desescalada”, sino los de descenso y destrepe, pero nos puede valer como
terminología de gestión de crisis. En su descenso se ha movido por aristas, se
ha deslizado por neveros, ha saltado entre grandes bloques de caos y ha
disfrutado bajando cantaleras de piedra fina; ahora transita por lomos de hierba
y una buena senda de caja, viendo ya muy cerca el punto final.

En todo su descenso (“desescalada”) ha tenido especial cuidado pues sabe que
muchos accidentes de montaña se producen en las bajadas, cuando el
cansancio acumulado nos hace perder reflejos y el exceso de confianza nos hace
perder la atención. Así, ha puesto los cinco sentidos, ha valorado todos y cada
uno de los riesgos, y no se ha expuesto al peligro de forma temeraria.

Alcanzado el final, llega el momento de la recuperación y, al mismo tiempo, de
la reflexión. Sería absurdo decir que el maratoniano o el alpinista han llegado
más fuertes. Al contrario, han llegado cansados, desgastados por el esfuerzo y
necesitarán un tiempo para reponerse. Pero, muy seguramente, la experiencia
les reforzado mentalmente, les ha hecho conscientes de sus debilidades pero
también de sus fortalezas, les ha hecho más grandes como personas. Ha
entrado en juego la “resiliencia”, es decir, la capacidad para resistir el esfuerzo,
levantarse tras las caídas, sobreponerse a los fracasos y superar circunstancias
adversas, saliendo reforzados de todo ello.

Me viene al recuerdo un interesante artículo publicado hace unos días por el Dr.
Antón Costas, prestigioso economista y catedrático de Política Económica de la
Universidad de Barcelona. El título del artículo era “La estrategia de la tres R”,
que el autor identificaba como “Resistir” (estrategia a corto plazo), “Recuperarse”
(a medio plazo) y “Reinventarse” (a largo plazo). Esto, que el Dr. Costas asocia
al sector de la economía nacional, tiene aplicación en todos los órdenes de
nuestras vidas.

Es importante combinar la recuperación con la reflexión, lo que nos permitirá
extraer lecciones aprendidas de los momentos críticos y prepararnos para hacer
frente a futuras situaciones con garantías de éxito. Los militares -a quienes nos
gusta mucho lo de planear- ya estamos preparando planes de contingencia para
hacer frente a un eventual rebrote de la pandemia en otoño.

Hasta entonces toca recuperar, reflexionar y en su caso “reinventar”. Si así lo
hacemos, y con humildad somos capaces de aprender de los errores, valorando
lo realmente esencial e importante, no sólo los españoles mejoraremos como
personas, sino que también España madurará colectivamente; evitará derivar en
una sociedad “líquida”, desnortada y huérfana de valores consistentes; y
mantendrá los sólidos cimientos que la sostienen como nación cohesionada y
prestigiosa.

En estos tres meses de separación forzosa, hemos tenido que anular muchos
eventos, el último de ellos la celebración del Día de la Inspección General del
Ejército, en un año muy especial en el que la IGE cumple 15 años de actividad,
desde que en 2005 tomó el relevo del Mando Regional Pirenaico y comenzó su
andadura como Mando del Apoyo a la Fuerza del Ejército, cambiando unos
cometidos operativos y territoriales por otros de ámbito global y de carácter
funcional e institucional.

Nos quedan pendientes muchas actividades hasta terminar el año y habrá
muchas ocasiones, si Dios quiere, de volvernos a reunir en Capitanía General.
Tendremos conciertos, conferencias, presentaciones de libros, celebraciones
patronales de Armas y Cuerpos, y la conmemoración del 300o aniversario de la
creación de la Real y Militar Academia de Matemáticas de Barcelona.
En fin, queridos amigos, hasta entonces os reitero mi agradecimiento por vuestra
infinita paciencia, por vuestro cariño a las Fuerzas Armadas -que bien sabéis es
mutuo-, y por vuestro amor a España, empezando por Cataluña que es la tierra
de la mayoría de vosotros. Os deseo que paséis un feliz verano, de recuperación
y reflexión.

Cuidaos y cuidad de los vuestros, con la prudencia de nuestro montañero.
Un abrazo muy fuerte a todos,

Fernando Aznar Ladrón de Guevara
Teniente General, Inspector General del Ejército
Representante Institucional de las Fuerzas Armadas en Cataluña