La castración de machos en el Altoaragón
La castración consiste en la supresión de la función testicular bien sea por extirpación quirúrgica de los testículos o por su atrofia. Esta última se lograba comprimiendo durante diez o doce horas, con una mordaza, el cordón testicular. Se practicaba manteniendo al animal apoyado sobre tres patas, lo cual precisaba mucha destreza por parte del castrador. Este último procedimiento ha sido de siempre el más practicado en la ganadería altoaragonesa (capadura a cordón y testículo cubierto). Para su ejecución se utilizan dos palillos o palos de madera de boj, de unos 15 a 20 centímetros de longitud, de forma cilíndrica (1,5 a 2 centímetros de diámetro), y ranurados circularmente en sus extremos. Estas ranuras o acanaladuras facilitan las ligaduras que se hacen sobre los propios palillos en el curso de la castración. La llegada del emasculador americano supuso la disposición de una buena herramienta para castrar quirúrgicamente, evitando el riesgo de una hemorragia.
Macho o mulo. Es un animal híbrido, hijo de yegua y asno o de caballo y burra. Se le hace servir para transporte de mercancías a lomo y para tracción mecánica o tiro en arrastre. Hasta los tres años de edad se le conoce con los nombres de lechal, quinceno y treinteno, según tenga, más o menos, seis, quince o treinta meses de edad, respectivamente.
Los machos se castran siendo treintenos.
Modo de operar. Tras inmovilizar al animal aplicando el torcedor en los belfos, se hace un lazo en el corvejón de la pata izquierda mediante una soga larga. El cabo suelto de esta soga se pasa por entre las patas delanteras y se lleva por la parte derecha del cuello, tensando poco a poco hasta lograr la estación anormal sobre solo tres patas, o sea, con la pata trasera izquierda bien alzada, en cuyo momento se fija firmemente la soga alrededor del cuello.
Los palillos que previamente son enlazados entre sí por uno de sus extremos, se hacen pasar, como si de un compas se tratase, desde la parte posterior de los testículos y por encima de ellos hacia adelante, abarcando en el trayecto los dos cordones testiculares dispuestos según el sentido longitudinal de la caballería. Una vez hecho este enfilamiento de los cordones testiculares, se cierra el compás acercando sus extremos libres en primera instancia con la mano, y luego con la ayuda de unas tenazas que aplica un ayudante, al tiempo que el castrador o sanador liga con fuerza uno con otro los extremos todavía libres de ambos palillos.
La fuerte compresión ejercida por los palillos sobre los cordones testiculares causa una gangrena seca en la región isquemizada, atrofiándose en consecuencia los testículos, cuya masa se reduce en un tiempo de quince o veinte días al tamaño de una avellana.
Unas doce horas después de haber sido fijados los palillos sobre los cordones testiculares por el sanador, se hacen caer al suelo con la ayuda de un filo fino (por ejemplo, una cuchilla de afeitar).
Operarios. La castración según este procedimiento exige gran destreza por parte de quienes deben mantener la cabeza del animal siempre en el mismo plano, para impedirle que se acueste o que alce violentamente su tercio anterior. De similar destreza hace gala el sanador, cuando sigue acompasadamente, tras el doloroso apretón de los palillos, los movimientos y desplazamientos defensivo del macho, a fin de no provocar hernia inguinal alguna por desgarro traumático.
Comprobación. Al cabo de unos minutos de realizada la operación, se comprueba su resultado aplicando el dorso de la mano contra la piel de los testículos. Si la sensación advertida en este contacto es de frío como el mármol, la castración es correcta, pero en caso de que no sea así, hay que repetir todo el proceso.
Paradas de sementales. Las paradas de sementales eran establecimientos ganaderos adonde se llevaban las burras y yeguas para ser preñadas por cualificados sementales, fueran burros o caballos, mediante el pago de una cantidad de dinero. Las había de propiedad particular y del Estado. Solían estar activas durante los meses de primavera.
En Huesca funcionaban tres de ellas, una del Estado instalada en la calle San Lorenzo, en Casa Elfau, y dos particulares, una propiedad de Francisco Escario, en la ronda del Isuela, y la otra de José Lanau, situada al final de la calle San Martin. Gozaba de singular prestigio la parada de Esquedas, en la que «trabajaba» un burro criado en Fañanás, por el cual se pagaron en la feria de Zaragoza cien mil pesetas más un duro de plata, puesto que su propietario criador, don Antonio Almudévar, había manifestado reiteradamente que no lo vendería por menos de veinte mil duros.
Además de los sementales, había un caballo de porte airoso conocido como recela, que con sus gráciles movimientos avivaba el celo de la hembra galanteada.
Por otra parte, un empleado, el mamporrero, tenía como función apuntalar el falo turgente del semental tras su acaballamiento sobre la grupa de la hembra en la entrada (vulva) del tracto vaginal.