NECROLÓGICA: Felipe Sánchez Rivas

Felipe Sánchez Rivas, un mando ejemplar.

No hace muchas fechas me tocaba dar noticia del pase a la reserva celestial de Ángel Díaz Losada. Ahora me recuerdan que, como Ángel, otro pínfano había emprendido el mismo camino, el 4 de mayo del nefasto 1920. Se trataba de FELIPE SÁNCHEZ RIVAS, también entrañable amigo y compañero. Y se había ido sin que ninguna pluma, al parecer, le rindiera los honores, no de ordenanza sino los que son obligados por la amistad y el mérito.  

Conocí a Felipe en un lejano septiembre del año 1948, cuando dejaba de ser pínfano para ingresar como cadete de primero en la Academia de Zaragoza. “La General”, como la llamábamos. Con el nombre de pínfanos se conocían a los alumnos del colegio de huérfanos de militares, muchos de los cuales optaban por seguir las huellas de sus padres, enamorados de las virtudes castrenses, que conocían por sus padres. 

En diciembre de 1952, la VII Promoción, a la que él y yo pertenecíamos, recibía sus despachos de teniente. Entonces para los nuevos oficiales cotizaban mucho las unidades de África. Sólo los amantes de la montaña ocupaban las vacantes de esta especialidad. Felipe era uno de ellos.  El Batallón Andalucia XXXVIII, luego XIX, del Rgto. de Cazadores de Montaña Nº 10, fue su primer destino. Felipe se hizo montañero. La Escuela Militar de Montaña le daría el diploma de “mando de unidades de esquiadores escaladores”. Años más tarde, sus inquietudes por aumentar su formación y por razones familiares, le llevaron a hacerse madrileño y diplomarse en Estado Mayor. El de “especialista en cifra” y el de carros serían otros de los títulos obtenidos.

Su actitud en la vida fue siempre la de una gran ecuanimidad, honestidad, sensatez, claridad de juicio, bondad. Virtudes innatas que fortalecieron su capacidad y dotes de mando, que tuve la suerte de admirar cuando en el año 1983, hacíamos el “curso de mandos superiores” en la misma sección. Entonces me cedió todo protagonismo en los temas de montaña, al ser yo el único alumno de la sección que me cubría con la gorra de montañero, mientras él llevaba en su manga el emblema de la División Acorazada.

No obstante, Felipe no olvidaba su formación montañera y al ascender a coronel se le concedería el mando del Regimiento Arapiles de la División de Montaña Urgel Nº 4.  Y una vez más pude corroborar sus virtudes desde el observatorio que me brindaba el mando del otro regimiento hermano de la División, el Barcelona 63. 

Su currículo y su excelencia natural le llevaron al generalato en 1986, donde el Capitán General de Barcelona, Alejandre Sintes, lo tendría como Ayudante de Campo. En 1989, Felipe sería General Director de Personal y al año siguiente como general de División tendría ocasión de aplicar su gran experiencia militar al mando de la División de Montaña Urgel 4, en la que había destacado como coronel.

Que Dios siga dándole los puestos que merece. 

Generelo