Por: Ignacio Zamboray Arrondo
La cercanía de esta situación de pandemia que estamos viviendo, quizás nos impide leer con serenidad y objetividad lo que pasa. Hay que alejarse un poco, dejar pasar el tiempo, vivir el presente, sin distanciarse demasiado, no sea que olvidemos lo que tenemos delante, que sigue siendo de alto riesgo.
Hay palabras que nos da miedo hasta pronunciarlas. Una de ellas es la palabra “muerte”.
La muerte es esa realidad de cada día. Hay muertes por enfermedad, por hambre, por violencia, por droga, por accidentes y un largo etc. etc. y hasta por virus, que no sabemos de dónde viene ni a donde va.
¿Por qué esta realidad de la muerte nos ha conmovido? Por las circunstancias que la rodean: por el contagio tan rápido y tan universal y por la repercusión económica que va a tener y que ha roto todos los planes de los Gobiernos del mundo.
Estas circunstancias son señaladas por muchos observadores de nuestro tiempo.
Solamente enumero las cinco convicciones que un escritor de Medellín F. Carrasquilla Muñoz señala y que nos pueden servir de reflexión:
- Todas las seguridades, de todo tipo, se nos han caído. Somos seres frágiles.
- Este mundo es de todos y para todos. Todos somos iguales, pero diferentes.
- El valor primero y fundamental que tenemos que defender y hacer crecer, es la vida humana.
- La naturaleza, el planeta, es nuestra casa común que tenemos que cuidar y poner al servicio de la vida humana de todos.
- La esencia de nuestro ser, como ser humano, y lo que nos da la felicidad auténtica, es la relación con los otros. Nuestra esencia como seres humanos no es ser racional (Aristóteles) sino ser relacional.
Me parecen unas anotaciones dignas de tener en cuenta para una reflexión personal y grupal, en estos momentos de desconcierto y desconfianza de todo y de todos. Estamos como aturdidos por lo que estamos viviendo, De golpe y porrazo, como decimos en lenguaje coloquial, se nos han caído los palos del sombrajo, de una vida social y personal que nos parecía tan firme y segura.
Mientras nuestros “sesudos” políticos discuten y se insultan, se han ido muriendo los nuestros, contagiando nuestros sanitarios, preguntándonos todos, por favor ¿hasta cuando…?
Se nos han caído nuestras seguridades, que nos parecían inamovibles. Los dioses del desarrollo, la libertad, el placer, el confort, el bienestar, y el bien vivir, y hasta el poder, se nos han vuelto inseguros.
Esta pandemia está pasando, y nos hace a todos un poco más iguales, porque tomamos conciencia de que nadie se libra de ella. Cito de nuevo al profesor F. Carrasquilla: “Lo que tenemos que repartir no es nuestra riqueza, sino la pobreza de los pobres. El mundo no será para todos mientras no miremos la pobreza de los otros como algo nuestro, algo que tenemos que repartir entre todos”.
La situación que estamos viviendo del Coronavirus nos impide ver e interpretar con serenidad y objetividad lo que sucede. Hay que ver las cosas con perspectiva, con distancia, pero no muy lejos, no sea que se nos olvide lo vivido y volvamos sobre los pasos.
La muerte está demasiado cerca aún. Unos mueren por la pandemia, otros por la violencia, algunos por la droga y los accidentes y muchos por el hambre.
Somos, la mayoría, consecuentes de lo que ha pasado y de lo que nos queda por pasar si hay un brote. Pero también hay inconscientes que se han reído y se ríen, cuando oyen hablar de “distanciamiento social”, de mascarillas y de lavarse las manos”. Les aconsejaría que en vez de usar la “ironía y la sorna”, miren esa estampa llamativa que vi en una Cadena de televisión, de dos enfermeras, con una pancarta que decía:
“SI LO DEL VIRUS ES UN CUENTO,
PASA Y HAZTE VOLUNTARIO.”
¡VEN A ESTE HOSPITAL¡
Alguien ha dicho que el VIRUS es el “gran pedagogo” de la sociedad; nos enseña a vivir de otra manera, a pensar en los demás y a compartir el dolor y la muerte.
Ignacio Zamboray Arrondo
Veteranos de Montaña. Zaragoza.
