En memoria del Coronel Calvo Carral

En memoria del Coronel Calvo Carral

por Juan Gual Fournier

Aunque el Coronel D. Antonio Calvo Carral no pertenecía a nuestra Asociación, era muy conocido entre nuestros Socios más veteranos y gozaba de su gran aprecio, destacado respeto y muy sincera admiración ampliamente merecidos. Por ello y al igual que he procedido en casos anteriores, y por ser de justicia,  dedico estas líneas a dar a conocer su buen hacer y su recia personalidad a lo largo de su servicio a España en las filas de nuestras Tropas de Montaña.

El Coronel Calvo Carral pertenecía a la 6ª Promoción de Infantería, y cuando tuve el honor de conocerle fue como Capitán Profesor del Curso de Montaña, siendo yo un joven Teniente alumno del entonces denominado Curso de Mando de Unidades de Esquiadores-Escaladores. No me entretendré en ditirambos dedicados al entonces Capitán Calvo Carral y me limitaré a relatar una actuación suya que fue para todos nosotros, sus alumnos, un vivo ejemplo de lo que debía ser un mando de Montaña.

Entre las muy diversas prácticas incluídas en tan ajetreado Curso, el día 16 de Abril de 1969 iniciamos una travesía de doble jornada (ida y regreso) de Candanchú a Sallent, que resultó de una duración considerable, en especial a la ida, pues en este recorrido fuimos por la Canal de Astún, entrando en Francia, con lo que el esfuerzo requerido fue grande, especialmente debido al estado de la nieve, profunda y blanda, y a las fuertes pendientes del Puerto de la divisoria.

Es cierto que íbamos muy cansados y el equipo que transportábamos era pesadísimo…, pero éramos jóvenes y fuertes y muy bien entrenados y no teníamos derecho a quejarnos. En esa circunstancia, habíamos acordado pasarnos el radioteléfono, el famoso PRC-10 (recuérdese que con la pila incluída pesaba algo más de cinco kgs.), cada cinco minutos, en el tramo final de subida, pero al cabo de un rato empezó una discusión entre dos de los que les tocaba llevarlo.

Al cabo de un par de minutos de oírles discutir, el entonces Capitán Calvo Carral, que estaba al mando de la columna se paró y con una voz que nos dejó en suspenso, bramó: “¡Vale ya!. Tú trae aquí la puñetera radio y cállate ya, que no valéis ni para tacos de escopeta.”. Y, cargándose la radio a las costillas, continuó la marcha, dejándonos a todos abochornados y colorados de vergüenza. Excuso decir el coro de voces que se levantó rogando al Capitán Calvo que nos diera la radio, pero no nos hizo caso y continuó con ella hasta llegar a la cresta de la divisoria, en cuyo momento se paró, la dejó en el suelo y, volviéndose a nosotros, dijo “Ahí la tenéis. Supongo que ahora que es cuesta abajo podréis con ella”, dejándonos a todos más corridos que una mona y pidiéndole perdón a su alrededor, a lo que no hizo el menor caso, ordenando un alto para recuperar el aliento….que buena falta nos hacía, tras el cual continuamos la marcha sin que volviese a mencionar el asunto nunca jamás.

Desde luego fue una buena lección que jamás hemos olvidado quienes la presenciamos y que, personalmente, aseguro que forma parte de mi particular acervo de  ejemplos a imitar.

¡Coronel Calvo, mi Capitán, aunque estoy seguro de que su alma no precisará muchas oraciones para alcanzar la Gloria eterna, las tendrá!.  Descanse en Paz.