“Un relato desde el corazón”
En ocasiones los planetas se alinean.
Siempre he pensado que las casualidades no existen, todo sucede por algo, aunque ese algo quede vedado a nuestro conocimiento.
Esta alineación de planetas comienza para mí el dos de mayo cuando recibo un e-mail de nuestro presidente en el que me informa que la AESVM ha sido invitada al desfile del día de las Fuerzas Armadas que este año se celebrará en Sevilla el 1 de junio y dada la proximidad con mi domicilio me ofrece participar en dicho desfile.
Este correo lo tengo que releer varias veces y comprobar que no es un error. Efectivamente va dirigido a mí y el remitente es el Presidente Gurrea, al que sólo conozco de mis visitas a la web de la Asociación y de la revista Abeto.
Pero, ¿cómo? ¿Por qué yo? Es cierto que soy de Jerez y Sevilla queda muy cerca, pero también precisamente por ser de Jerez no tengo oportunidad de participar en actos de la Asociación.
En su correo el Presidente me pide una respuesta lo antes posible ya que esperan la confirmación. ¿Respuesta rápida? Tan pronto salgo de mi asombro respondo que SÍ. Por supuesto que sí. Ya se verá cómo me organizo en casa, con los perros y en el trabajo, pero yo quiero estar ahí.
Durante los siguientes días sigue la emoción por la noticia. Se lo cuento a todos los amigos que sabrán valorar este honor y todos coinciden en felicitarme, no podía ser de otra manera.
Los días van pasando y los nervios y la emoción no cesan. No salgo de mi asombro, voy a tener la enorme suerte de representar a todos los soldados de montaña en esta ocasión tan especial.
Los que me conocen bien saben lo importante que ha sido en mi vida el haber sido esquiador escalador del ejército hace ya más de treinta años. Han tenido que escuchar en alguna ocasión las historias del abuelo. Siempre recuerdo que en casa de mis padres tenía enmarcado y en lugar preferente el diploma que me otorgaron al licenciarme y que mi título universitario nunca tuvo ese privilegio.
Para mí el paso por la compañía de esquiadores escaladores del Valladolid 65 en Huesca ha sido una de las experiencias más gratificantes de mi vida. No tengo ningún recuerdo malo, momentos duros los hubo, más de uno, siempre los hay, pero no puedo recordar nada malo. Tuve la suerte de conocer la montaña, el Pirineo, tuve la suerte de vivir muchas experiencias (a quien no les guste con veinte años es que no tiene sangre en las venas), tuve la suerte de tener buenos compañeros, tuve la suerte de tener buenos mandos, el capitán Soroa, un líder para muchos de nosotros, el teniente Herrando, una buena persona y el sargento Ruano al que le tocaba bregar más, tuve la suerte de aprender a respetar y cuidar la montaña. En definitiva tuve mucha suerte en pertenecer a aquella compañía de esquiadores.
Allí creo que usé por primera vez una máxima que me ha acompañado toda mi vida y que desgraciadamente no suelo ver a mi alrededor “los ejemplos van de arriba hacia abajo y las lealtades de abajo hacia arriba”, más tarde hice mía otra muy conocida “qué buen vasallo si tuviese buen señor”. Pues bien, en aquella compañía tuve buenos ejemplos, lealtades, buen señor y espero haber sido buen vasallo.
En los días sucesivos todos estos recuerdos han estado muy presentes y la emoción inicial iba tornándose en responsabilidad. No me podía permitir no estar a la altura. Aunque los años se han cobrado ciertas facturas en mí debía representar de la manera más digna a todo aquello que significa tanto para mí y para tantos otros.
Se acercaba el día y ya teníamos grupo de whatsapp para que los cinco afortunados que desfilaríamos nos coordináramos. Uniformidad, horarios, hotel, programación, todo listo para encontrarnos en Sevilla el día 31. Por mi parte fue una satisfacción comprobar como mis compañeros, a los que no conocía, compartían el mismo respeto y responsabilidad por lo que íbamos a representar. Para todos era un orgullo y un honor.
En nuestras conversaciones quedaba claro que, al igual que para mí, para ellos, la importancia de lo que representábamos y sus símbolos era algo que se ha de respetar y valorar. Todo aquello que nos une merece ser puesto en valor. Cuando nos conocimos personalmente el viernes 31 no tuve dudas que eran personas dignas de tener entre los amigos y que sin conocerlos sentía una hermandad común con ellos.
Hoy en muestra sociedad parece primar aquello que nos separa, sin embargo nosotros queríamos dejar constancia que aquello que nos une es mucho más y más valioso. En nuestro caso, personas de diferentes puntos de España, queríamos ser ejemplo de amor y respeto a la montaña, a las Fuerzas Armadas, a nuestros símbolos que son los de todos a nuestra historia común, todo ello por encima de otras diferencias que pudiéramos tener.
Y así con todo este cúmulo de sensaciones y recuerdos llegó el momento de reunirnos en Sevilla el viernes 31. Aún hoy en el momento de escribir estas líneas me emociono al pensar en nuestro encuentro. Estábamos alojados en el mismo hotel al que habíamos llegado a lo largo del día y a las 18:30 en recepción nos reunimos por primera vez para nuestra salida turística por la ciudad.
La primera impresión no pudo ser mejor por mi parte, como ya he dicho, sin conocerlos tuve una sensación de hermandad hacia ellos. Con la visita a la zona centro, cena y posteriores charlas pude confirmar que mi primera impresión no era equivocada. Todos mis compañeros merecen mi respeto y admiración.
El presidente Juan del que he admirado su templanza y su manera de dirigirnos (me vienen a la cabeza las palabras de Calderón “tratando de ser lo más y aparentar lo menos”) y al que estaré siempre agradecido por contar conmigo, Antonio, vehemente y respetuoso defensor de sus principios, viejo cazador de montaña, pero ilusionado como el que más, Miguel cuya energía e ímpetu desborda e irradia a su alrededor e Ignacio, hombre sereno, pero emocionado al igual que yo y orgulloso de su paso por las unidades de montaña como todos.
Fue una tarde-noche que no olvidaré, tener la suerte de oirles contar experiencias, anécdotas no tiene precio. Antonio con su vasta cultura, Miguel con su gran conocimiento de equipos y material, Ignacio con sus vivencias y Juan que ya en 1985 cuando yo me iniciaba como esquiador él dirigía la compañía de esquiadores escaladores en el desfile de aquel año en La Coruña.
Pronto nos fuimos al hotel, salvo Íñigo que pudo disfrutar de antiguos compañeros a los que hacía muchos años no veía.
Llegó el esperado día, a las 05:30 de la mañana Ignacio y yo estábamos sin poder dormir en relajada charla. Ahora era el día, no era un sueño, en unas horas desfilaríamos representando a todos los veteranos de las unidades de montaña en el Día de las Fuerzas Armadas. En nuestro pensamiento personas que nos faltan pero que teníamos el íntimo convencimiento que, sin duda, estarían con nosotros.
También en nuestra uniformidad, unos visibles y otros en nuestros bolsillos, estarían los emblemas que tanto nos evoca. Ignacio, su avispa y yo además de los símbolos propios de la Asociación, en mi pecho luciría mi chapa de esquiador y el “cangrejo” de la compañía de esquiadores escaladores, y en el bolsillo de la camisa junto al corazón un emblema de Tiradores de Ifni que me acompaña desde mi adolescencia, regalo de la persona, junto a mi madre, más importante de mi vida y que lució en aquellas tierras españolas a finales de los 50 principios de los 60.
Una vez en el lugar donde estábamos citados por la organización del desfile el corazón se aceleraba. Es difícil pasar a papel las emociones. Pero allí estábamos e íbamos a desfilar en poco más de una hora.
Los colores, los sonidos, el ambiente, la música, los compañeros de desfile, los carros de combate detrás de nosotros, el desfile aéreo, el inmenso cielo azul. Todo acompañaba para que este día haya sido tan especial para mí. Solo me faltó haber podido estar con Adela e ir con los esquiadores antes del desfile y poder compartir algunos minutos con ellos y algunas fotos. Pero debíamos estar en los vehículos con antelación suficiente. Me pareció todo muy bien organizado y todos muy atentos con nosotros.
Ya en nuestro vehículo asignado, después de una intensa espera, comenzamos el desfile. ¿Qué decir?, a estas alturas del relato el lector no tendrá dudas de las sensaciones que experimentaba. Las resumiré en una palabra, FELICIDAD, estaba feliz. Miraba a los compañeros y estaba feliz de estar con ellos, miraba al público y estaba feliz de representar para ellos a las tropas de montaña, miraba las banderas y estaba feliz que no fuera por un partido de futbol o política, pasamos por la tribuna de SM el Rey y estaba feliz, reconocí entre el público a Adela, Mercedes y Mari Carmen y estuve feliz de saber que me habían visto. Y feliz estuve todo el trayecto, feliz con un nudo en la garganta y alguna que otra lágrima asomando a los ojos. Me pareció muy corto, no quería que se terminara, no quería que esa felicidad acabara.
Al inicio del desfile unimos nuestras manos para darnos fuerzas y al bajarnos del vehículo nos fundimos en un emotivo abrazo que sin palabras decía tantas cosas para cada uno de nosotros. Cerrábamos nuestro desfile, pero se abría para siempre entre nosotros una complicidad y un compañerismo, que si ya lo sentíamos, ahora nos acompañará el resto de nuestra vida a pesar de las distancias y las vicisitudes de la vida.
Sólo nos quedaba disfrutar del ambiente, grabar en nuestra mente cada recuerdo y aprovechar el tiempo de esta experiencia conjunta. Ojalá en octubre volvamos a coincidir en Cartagena.
Por mi parte y por indicación de mis compañeros intentaremos aglutinar con la ayuda de ellos a otros veteranos que residan en este rincón de España y estén interesados en formar parte de la Asociación y quien sabe si poder crear una sección. Aunque yo por tiempo y salud no pueda ser quien tome las riendas estaría encantado de poder participar. La Sierra de Grazalema es el lugar de mi evasión y donde puedo volver a la montaña, sería genial hacer algo por estas tierras dentro de las actividades de la Asociación.
El momento de la despedida fue intenso, yo era el primero que dejaba Sevilla, pero sé que algo de todos nosotros queda unido para siempre por este Día de las Fuerzas Armadas 2019.
Joaquín D. Millán