El pasado 15 de marzo, falleció en Valladolid uno de nuestros socios más ilustres, Tte. Gral. D. MARIANO ALONSO BAQUER, a los 88 años de edad, siendo miembro de nuestra Asociación desde principio de 1999.
Militar de dilatada y exitosa carrera militar, hizo el curso de Montaña en la actual EMMOE de Jaca, que casualidades de la vida dirige actualmente su hijo Mariano, y fue Coronel del Regimiento de Cazadores de Montaña «América-66» entre los años 1988 y 1991; también fue director de la Academia General Militar de Zaragoza y tras su jubilación se dedicó a la investigación histórica, siendo esta su gran pasión como enamorado que fue siempre de la Historia Militar de España.
Por dicha afición, una vez alcanzada la situación de Retiro en 2001 estudió la carrera de Historia, defendiendo en 2014 su tesis doctoral «Defensa y estrategia militar en las Provincias Internas de Nueva España (1760-1805)», obteniendo la calificación de Sobresaliente, y editada por el Ministerio de Defensa con el título «Españoles, apaches y comanches», en la que dio a conocer la labor de los españoles en el siglo XVIII y los “fuertes lazos de amistad entre españoles, apaches y comanches”, desmontando mitos modernos.
Quién mejor que él para explicarnos las causas que le motivaron a realizar tan exhaustivo trabajo de investigación, ya que la tenemos disponible en la Introducción que él mismo hizo de su Tesis Doctoral, que a continuación copiamos:

«En los meses de septiembre y octubre de 1990, un grupo de 8 jefes, oficiales y suboficiales del Regimiento de Infantería de Montaña América n.º 66, de guarnición en Pamplona, realizó una expedición a las antiguas provincias españolas del sur de Norteamérica, los actuales estados de Nuevo México y Texas, con ocasión de los actos del centenario del descubrimiento de América.
La expedición tomó el nombre de Urrutia, uno de los primeros coroneles del Regimiento creado en 1762 para servir de modelo a las unidades españolas que habían de formarse en el virreinato de Nueva España. Urrutia era capitán con título de ingeniero militar, había llegado a Nueva España con la expedición Villalba y participado en la inspección de los presidios fronterizos, dirigida por el marqués de Rubí, y en la confección de los planos de todos los presidios además de un mapa de toda la frontera septentrional del virreinato. Siendo ya general del Ejército, relevó a Ricardos en la campaña de los Pirineos contra Francia y más tarde creó el Arma de Ingenieros militares en España.
Como coronel del Regimiento y jefe de la expedición, me comprometí a dar algunas conferencias en El Paso, Alburquerque y Santa Fe, de Nuevo México, y en San Antonio de Texas, sobre la presencia española en esos territorios, para lo que tuve que investigar en los archivos de los Servicios Histórico y Geográfico del Ejército. Aunque la investigación no había sido muy profunda, al exponer los temas, me sorprendió la ignorancia que los habitantes de los Estados, aun que fueran de origen hispano, tenían sobre los detalles de su propia historia, aunque conservaban tradiciones como los viejos romances de desposados y el baile paloteado de San Lorenzo en Bernalillo en Nuevo México.
En El Paso asistimos a varias reuniones oficiales, en una de las cuales, en la Cámara de Comercio de la ciudad, recibimos el título de «Ciudadanos honorarios». También fuimos invitados a una reunión con el departamento de Historia de la Universidad mexicana de Ciudad Juarez, donde tuvimos unas largas charlas con los profesores y nos entregaron unos libros del historiador Alessio Robles sobre el periodo de la colonización española en la frontera septentrional.
El 26 de septiembre, acompañados por un destacamento de la Guardia Nacional de Nuevo México, iniciamos en automóvil la marcha hasta Alburquerque, (ahora llamado Albuquerque), y desde allí, a pie recorrimos el Camino Real español de Nuevo México, hasta Santa Fe. En todos los lugares recibimos el cariño y el afecto de las poblaciones hispanas y de los pueblos indios, como el de Santo Domingo, donde todo el pueblo de la tribu quere fue entrando a la casa donde estábamos comiendo, y pasando sus amuletos y besando al guion del Regimiento, que llevaba el escudo del rey Carlos III. Al investigar las razones de tales reverencias, el alcalde del pueblo nos enseñó los documentos de propiedad de sus tierras, que provenían de la colonización española y que tenían el mismo escudo que nuestro guion. Seguimos por el Camino Real español, tal como figuraba en los mapas que llevábamos, pero que no había sido conservado, por lo que tuvimos que saltar tapias y andar por terrenos ariscos, hasta el pueblecito de la Bajada y desde allí a Santa Fe, capital del Estado, la más antigua de los Estados Unidos, a donde llegamos el día 1 de octubre.
Allí tuvimos un caluroso recibimiento, en cuya plaza mayor nos esperaba el jefe de la Guardia Nacional con una compañía de milicias, pues, bien exhibido en pancartas de la ciudad, se había declarado ese día como el del Ejército español. Recibí la Medalla al Mérito de Nuevo México y tuve que dar un discurso de salutación y agradecimiento. También se formó una manifestación civil con pancartas en inglés y español pidiendo se recuperara el antiguo Camino Real español que subía desde El Paso hasta Santa Fe, y que se había perdido en gran parte de su recorrido.
Tras varias visitas, reuniones y conferencias, fuimos en avión a San Antonio de Texas, donde nos alojaron en la base militar del Ejército. Allí visitamos las cinco misiones españolas de San José, San Juan de Capistrano, San Antonio de Valero, La Concepción y San Francisco de la Espada, así como los restos españoles de la ciudad. A continuación nos traslada mos a los presidios españoles del Estado, comenzando por el de San Sabá, donde solo quedaban algunos restos hispanos de la misión adyacente. Fuimos recibidos en el gobierno de Texas de Austin con gran afecto, donde además había una oficina dedicada exclusivamente al mantenimiento de los Caminos Reales españoles del norte y del sur del Estado.
De allí marchamos al presidio de Nuestra Señora de Loreto de la Bahía del Espíritu Santo, en la actual ciudad de Goliad, pasando por lo que fue el destacamento español de Texas de El Cíbolo, ahora ocupado por inmigrantes polacos en una aldea llamada Chestohova. El de Loreto está totalmente reconstruido por una descendiente del que fue comandante general de las Provincias Internas, O’Conor, y en cuya puerta, además de las banderas de Estados Unidos, del Estado de Texas y de México, ondeaba la española de Carlos III. Finalmente visitamos las ruinas arqueológicas del presidio de Orcoquizac, y de allí a Houston, donde vimos el museo espacial de la NASA.
Tras esta extraordinaria experiencia, me convencí de la importancia de profundizar en la historia de la presencia española en la frontera septentrional del virreinato de Nueva España, ahora sur de los Estados Unidos, por lo que, cuando pasé a la situación de reserva con el empleo de teniente general, me decidí a hacer el doctorado de Historia en la Universidad de Valladolid para investigar en profundidad sobre este importante periodo de la historia militar de España.
Todos los que tuvimos la suerte de conocerlo, lamentamos su pérdida y acompañamos a su familia en el dolor por tan importante pérdida, en la seguridad que no se perderá la huella profunda que deja en todos cuantos le conocieron.
¡Que Dios le acoja en su seno y le de la Paz Eterna!

Descanse en paz este hijo de Dios
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Descanse en paz
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