16+1 CAMINOS: ANDANDO EN COMPAÑÍA DE UN VETERANO

A principio de año, mi amigo y antecesor en el cargo de presidente de la Sección Delegada de Jaca/Sabiñánigo, Nacho Beneito, me preguntó si le acompañaría a finales de primavera a realizar el llamado Camino de Invierno a Santiago de Compostela, siendo mi respuesta afirmativa, dado que ese era uno de mis proyectos pendientes de cumplir y que por distintas razones no había podido realizar todavía y que mejor manera de hacerlo realidad que en compañía de un buen amigo, que ya tenía en sus piernas 15 Caminos completados.

Mientras trascurría el tiempo desde Año Nuevo, Nacho se encargaba de vez en cuando de recordarme y preguntarme sobre el proyecto de realizar dicho Camino de Invierno, supongo que para comprobar que mi voluntad de acompañarle seguía firme y no flojeaba conforme se acercaba la fecha de su inicio. La realidad es que una fascitis plantar me hacía dudar de mi capacidad para poder cumplir mi sueño de peregrinar a Santiago, pero la confianza que me daba el ir en compañía de alguien tan experimentado como él me afirmaba cada vez más en la posibilidad de poder abrazar al Apóstol tras cumplir con la preceptiva peregrinación.

Y a falta de unos días para iniciar nuestro recorrido, inicialmente previsto para el 13 de junio, tuvimos que retrasarlo hasta el día 15 por razones personales de ambos, días durante los cuales me dediqué a investigar sobre el recorrido a efectuar y a preparar el equipo a llevar, que debía de ser lo más ligero posible y que no incluyera nada que no fuera imprescindible, demostrándome la realidad posterior vivida que aún podría haber recortado un poco más en las cosas incluidas en mi mochila.

Lo que si pude comprobar, con cierto desasosiego, es que el recorrido del Camino de Invierno es sensiblemente más largo que el tradicional Camino Francés desde Ponferrada a Santiago, con 263 kms frente a los 200 kms de este segundo recorrido, lo que suponía tener que hacer cerca de 25 kms diarios para completarlo en los 11 días que teníamos disponibles, en lugar de los 19 kms a los que yo me había mentalizado realizar, de habernos decidido por el recorrido tradicional.

El día de la partida desde Jaca, en coche, hasta Ponferrada, lo hicimos con una buena previsión de tiempo para nuestra peregrinación, con más días nublados que soleados, con más días sin lluvia que con ella y con temperaturas más primaverales que veraniegas. Motivo por el cual pudimos efectuar, en general, el Camino con unas muy buenas condiciones climatológicas, que nos respetaron en todo momento, salvo la lluvia que nos acompañó sin mucha fuerza al final de una de las etapas.

Durante el viaje de ida a Ponferrada, pude escuchar algunas de las muchas vivencias que el Camino le ha permitido “disfrutar” a Nacho a lo largo de su vida como peregrino y cerca ya de nuestro destino, al pasar al lado de la localidad de Castillo de los  Polvazares, me contó que en un restaurante de allí había podido disfrutar en una cuantas ocasiones del mejor Cocido Maragato que jamás había podido degustar, animándome a comer uno a nuestro regreso para celebrar el haber completado el Camino. Por supuesto que me apunté a comer ese cocido maragato, aunque con serias dudas de poder completar el Camino para celebrar con suficiente merecimiento tal exquisitez gastronómica.

Llegamos a Ponferrada al mediodía, tras haber hecho un par de altos en “El Pajarito” y en Carrión de los Condes. En el primero paramos porque Nacho siempre lo ha hecho al pasar por allí en sus anteriores Caminos, aunque yo creo que lo hizo por los magníficos bocadillos que sirven y en Carrión para tomar un café y visitar tan bonita localidad castellana.

En Ponferrada nos dirigimos al albergue existente en Molinaseca, cuyo propietario es viejo amigo de Nacho, que nos ofreció alojamiento al estilo antiguo, es decir, gratuitamente.  Tras los saludos y abrazos de rigor, comimos en dicha localidad y nos trasladamos posteriormente a Villafranca del Bierzo, donde visitamos la exposición de “Las Edades del Hombre – 2024”, que es una extraordinaria y enriquecedora actividad cultural para cualquiera que la visite.

Y fue por la tarde-noche, cuando experimenté la primera vivencia, propiamente dicha, como peregrino, ya que en la habitación donde nos alojó nuestro amigo el hospitalero -inicialmente solo para nosotros dos- nos encontramos con otra persona alojada al regresar por la noche. Este peregrino, de origen surcoreano, con el que no podíamos entendernos ni en español, ni en inglés y, mucho menos, en coreano, lo resolvió empleando una aplicación de traductor español-coreano y viceversa de audios, que nos permitió mantener una conversación inteligente entre los tres. Sorprende encontrarse con una persona de la otra parte del mundo con tan profundas creencias religiosas cristianas y tan deseoso de completar su peregrinación para poder abrazar al Apóstol. En ese momento fui consciente que hacer el Camino es mucho más que una actividad lúdica, que es más un Camino espiritual interior, que un camino físico por una parte de nuestra geografía.

Al día siguiente, tras dejar el vehículo aparcado en Ponferrada, iniciamos nuestra peregrinación y, aunque el Camino suele estar muy bien y exhaustivamente señalizado, nos despistamos tras fotografiarnos en el km 0 de nuestro trayecto, dado que otra señal (esta sobraba en mi opinión) nos llevó al castillo templario de la localidad, por donde pasa el Camino Francés, en el cual Nacho me comentó que íbamos mal encaminados y que teníamos que regresar al citado mojón del km 0. Una vez desandado este recorrido inicial, seguimos por el camino correcto y ya no volvimos a tener ninguna incidencia similar el resto de días.

Del Camino se pueden decir muchas cosas, pero creo que es una experiencia que merece la pena ser vivida en primera persona, más que ser escuchada de boca de un peregrino. Lo que si se puede contar, en nuestro caso, es que las vistas naturales del terreno recorrido son preciosas y espectaculares, sorprendiéndome algunas cosas experimentadas a lo largo de los 13 días -11 de peregrinación y 2 de viajes de ida y vuelta a Jaca-, de las que destacaría las siguientes:

  • La fraternal hermandad que se crea, en nuestro caso que se estrechó por compartir amistad desde hace ya una docena de años, entre dos personas que recorren el Camino juntos. Durante este par de semanas compartidas con Nacho no llegamos a discutir en ninguna ocasión, ni siquiera para elegir el menú de nuestras comidas, ni para la elección de la cama a utilizar cada uno, ni siquiera cuando en un alarde de torpeza mía se me calló de la mano la navajita que lleva Nacho en su mochila, que por estar con la hoja abierta y cumpliendo una de las leyes del principio de Peter, cayó con la punta hacia abajo y justo sobre el dedo gordo de su pie, provocándole una pequeña herida que estoicamente sufrió en silencio sin llegar siquiera a echarme una mala mirada, ¡Perdón y gracias Nacho!, hiciste que una mala situación podamos recordarla ahora como una curiosa anécdota.
  • La sana y espontánea amistad que se genera entre todos los peregrinos con los que te encuentras a lo largo del Camino, a los que te une un sentimiento de compartir un objetivo común, siendo suficiente para crear automáticamente un ambiente de mutua cordialidad que se agradece sobremanera en un mundo tan individualista como el que nos toca vivir casi a diario. En nuestro caso, ese ambiente cálido con los otros peregrinos se vivía de una manera más intensa, dado el escaso número de peregrinos que nos encontramos a lo largo de todas las etapas, salvo la final a Santiago, que hizo que repitiéramos encuentros con varios de ellos a lo largo de nuestra peregrinación. ¡Creo que no llegamos a encontrarnos con más de 15 peregrinos durante los 10 primeros días de Camino!, lo cual ayuda a que el Camino interior que cada uno hace durante el recorrido físico sea más intenso y profundo.
  • La profunda alegría sentida al llegar a Santiago de Compostela, asistir a la multitudinaria misa del Peregrino y visitar la figura del Apóstol para poder abrazarlo, momento en el que estoy seguro que casi todos los peregrinos que lo hacen piden por sus seres queridos, por sus amigos y por todo el mundo en general, menos por ellos mismos, pues si algo aflora el Camino en quienes lo hacen es el sentimiento de generosidad.

Podría contar muchas anécdotas y vivencias de esos 11 días de Camino, pero como ya he indicado es una experiencia que merece la pena vivirse en primera persona y no por boca de terceros, aunque si diré que de regreso a Jaca paramos en Castillo de los Polvazares, donde efectivamente pudimos degustar un magnífico y espectacular Cocido Maragato, en nuestro caso gracias a la amistad que une al dueño del restaurante con Nacho, pues tenía el local al completo de reservas, pero que supo hacernos un hueco para los dos.

Llegamos a Jaca sobre las 22 h del jueves 27 de junio, satisfechos por la experiencia vivida, nueva en mi caso, de la que solo puedo decir que ha merecido la pena hacerla, supongo que en buena parte por el apoyo y comprensión por parte de Nacho hacia mi “lentitud” andando, ya que mi fascitis no me permitía hacerlo con mayor celeridad.

¡Muchas gracias Nacho, por hacerme hermano tuyo del Camino!

Benjamín Casanova (Presidente SD Jaca/Sabiñánigo)

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